Porque no siempre es coincidencia,
Porque a veces no dura un siglo,
Una eternidad.
Siento que ya no me inspiras tú,
Sino la pena de tu adiós,
Si no tu indiferencia.
Rozas mis mejillas con un beso,
Cruzas mi mirada con tibieza,
Pero no dices nada.
Callas en la indiferencia,
Condenas mi pena,
A una llama sin fin,
Que quema mi impaciencia,
A una eterna herida abierta.
No dices que me quieres,
Ni cuentas que me odias,
Solo miras y en silencio,
Bajas la mirada,
Sigues tu camino.
Orgullosa en tu silencio,
Misteriosa en tus palabras,
Me intrigas casa segundo,
Pendiente de ti me tienes,
Me obligas a pensarte,
Me obligas a extrañarte.
Quisiera recordar contadas veces,
Cuando no me diste un no,
Cuando al fin, el silencio se rompió,
Y tu dulce voz,
Que entre tus labios,
Como música en el aire,
Un añoro de esperanza,
A mi corazón dio.
Una esperanza ilusa,
Una hipotética mentira,
En la que me condenas a vivir,
Amándote segundo a segundo,
Sintiéndote,
Tan cerca, tan lejos,
Y soñándote despierto.
Creyendo en que algún día,
Un beso de tus labios,
Cerrará esta historia,
Para comenzar una nueva,
Un camino juntos,
Que esta vez,
Dure un siglo, una eternidad…
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